Industria automotriz estadounidense en la década de 1950
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Los años 1950 fueron esenciales para la industria automotriz estadounidense. La época que siguió a la Segunda Guerra Mundial trajo consigo una gran variedad de nuevas tecnologías que ofrecer al consumidor de automóviles, y también una serie de importantes problemas para los fabricantes de automóviles independientes. La industria maduraba en una era de rápido cambio tecnológico; la producción en masa y los beneficios de las economías de escala, llevaron a diseños innovadores y a ganancias mayores, creando una alta competencia entre las compañías. Al final de la década, la industria prácticamente se había concentrado en lo que se conoce como los "tres grandes" (General Motors, Ford, y Chrysler) y AMC (American Motors Corporation), lo que supuso el fin de la época de las empresas fabricantes de automóviles independientes, absorbidas por los grandes grupos que llegaron a dominar el mercado o sumidas en la bancarrota.
Durante la década se introdujeron numerosas innovaciones o mejoras de inventos anteriores para ser incorporados a los vehículos producidos en masa: aire acondicionado, transmisión automática, dirección asistida, servofrenos, cinturones de seguridad, y quizás el cambio más importante en la historia de los propulsores, la introducción del motor OHV V8. Había comenzado una carrera desenfrenada por ofrecer motores cada vez más potentes, poniéndose los cimientos para la llegada de la era de los muscle cars.
La producción de automóviles se convirtió en el segmento industrial más grande de los Estados Unidos, y el de mayor magnitud que jamás haya existido, dado que la industria automotriz estadounidense era mucho mayor que la del resto del mundo combinada.[2] Hacia 1960, uno de cada 6 trabajadores en los Estados Unidos estaba empleado directamente o indirectamente por la industria automovilística, aunque la automatización de las fábricas y las importaciones redujeron la necesidad de una gran fuerza de trabajo en las siguientes décadas. Los años 1950 se convirtieron en el cénit de la industria automotriz norteamericana y contribuyeron a convertir a los Estados Unidos en una superpotencia económica.[3]