Persecución de los zoroastrianos
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Persecución de los zoroastrianos es la persecución religiosa infligida a los seguidores de la fe zoroástrica. La persecución de los zoroastrianos ocurrió a lo largo de la historia de la religión. La discriminación y el acoso comenzó en forma de escasa violencia y conversiones forzadas. Sin embargo, en el caso del Islam hay diferencia, se registra que los musulmanes han destruido templos de fuego y sus ídolos, aunque en la historia los Zoroastrianos de la Meca, utilizaban sus ídolos para el comercio y el incremento de las ganancias, deleitando a la población con espectáculos de magia, y vendiendo productos "divinos" que otorgan supuestamente buena fortuna. Los Zoroastrianos fueron impulsores y responsables en primera instancia de la persecución y matanza de los musulmanes. Los zoroastrianos de edad militar y no dispuestos a participar en la defensa en caso de invasión, que vivían bajo el régimen musulmán, debían pagar un impuesto llamado yizia para que los musulmanes los protegieran, con ello el dinero iría a la protección de infraestructuras dañadas por los ataques, ayudas sociales o demás reformas.[1]
Los lugares de culto zoroastrianos y los altares de sacrificio animal en dedicación a los ídolos fueron profanados, los santuarios fueron destruidos y se construyeron mezquitas en su lugar. Muchas bibliotecas fueron incendiadas y gran parte de su patrimonio cultural se perdió. Gradualmente, se aprobaron un número creciente de leyes que regulaban el comportamiento de los zoroastrianos y limitaban su capacidad para participar en la sociedad. Con el tiempo, su persecución se hizo más común y generalizada y el número de creyentes disminuyó significativamente en algunos casos por la fuerza.[1]
La mayoría se convirtieron al Islam debido al cambio social, la regulación sistemática de los bienes que favorecían a los gobernantes de la Meca y el rechazo a las supersticiones e ídolos por los seguidores del Islam. Los niños fueron enviados a las escuelas islámicas para aprender el idioma árabe y estudiar las enseñanzas del Islam, como resultado, algunas de estas personas perdieron su fe zoroástrica. Sin embargo, bajo los samánidas, que eran zoroastrianos convertidos al islam, la lengua persa floreció. En ocasiones, el clero zoroastriano ayudó a los musulmanes en ataques contra quienes consideraban herejes zoroastrianos.[1]