Anexo:Óperas de compositores mexicanos (y/o estrenadas en México)
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Este artículo recoge, en forma de tabla, las principales óperas escritas por compositores de México.[1] Muchas de ellas, pero no todas —como Ildegonda, de Melesio Morales (Italia, 1868), Florencia en el Amazonas, de Daniel Catán (EE. UU., 1996) o Murmullos del páramo, de Julio Estrada (España, 2006)— se estrenaron en México. También la mayoría tienen libreto en español, el idioma oficial del país, aunque la práctica de utilizar libretos en francés o en italiano era común en México en el siglo XIX y principios del XX, cuando gran parte de la ópera de ese país era realizada por las giras de compañías extranjeras con muchos cantantes europeos no acostumbrados a cantar en español. Tanto Le roi poete, de Gustavo Campa, como La légende de Rudel, de Ricardo Castro Herrera, tienen libretos en francés,[2] mientras que Catalina de Guisa de Cenobio Paniagua y varias otras óperas notables de ese período tenían libretos italianos.[3] Aunque la gran mayoría de las últimas óperas mexicanas tiene libretos en español, ha habido en el siglo XX algunas obras con textos en inglés, sobre todo The visitors, de Carlos Chávez, con un libreto del poeta estadounidense Chester Kallman.
La primera ópera de un compositor de origen mexicano fue La Parténope, de Manuel de Zumaya, estrenada en 1711 antes de una audiencia privada en el Palacio del Virrey en la ciudad de México.[4] Sin embargo, el primer compositor mexicano en ver sus óperas respresentadas para el público fue Manuel Arenzana, el maestro de capilla de la Catedral de Puebla desde 1792 hasta 1821.[5] Es conocido por haber escrito por lo menos dos obras estrenadas durante la temporada 1805/06 en el Teatro Coliseo de la Ciudad de México —El extranjero y Los dos ribales en amore, ambas piezas cortas cómicas.[6] La primera opera seria mexicana fue Catalina de Guisa, de Panigua, compuesta en 1845 y estrenada en 1859. Con su historia sobre los hugonotes en Francia y un libreto en italiano de Felice Romani, los críticos contemporáneos ya señalaron que lo único mexicano de la obra era el compositor[7][8] A pesar de que la tradición de la ópera europea y, especialmente de la ópera italiana, había dominado inicialmente en los conservatorios de música mexicana y a través de ellos había ejercido una gran influencia en los compositores nativos (tanto en estilo como en temática), los elementos del nacionalismo mexicano comenzaron a aparecer en la última parte del siglo XIX, con óperas como Guatemotzin, una obra de 1871 de Aniceto Ortega de Villar, un relato romántico de la defensa de México por Cuauhtémoc., el antiguo gobernante azteca. Trabajos más tardíos, como la obra de 1941 de Miguel Bernal Jiménez, Tata Vasco (basada en la vida de Vasco de Quiroga, el primer obispo de Michoacán) ya incorporaron melodías nativas en la partitura.[7]