Revolución pasiva
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La revolución pasiva es un término utilizado por el marxista italiano Antonio Gramsci para designar los cambios políticos, económicos y sociales radicales en los que las «clases subalternas» no intervienen en el proceso, a diferencia del protagonismo que tienen en las «revoluciones activas», y en las que los grupos que dirigen la revolución intentan atraérselas satisfaciendo en parte sus aspiraciones. Gramsci tomó prestado el término del liberal italiano Vincenzo Cuoco que lo aplicó en una obra publicada en 1801 a la efímera Revolución Napolitana de 1799, en la que participó, y por la que tuvo que exiliarse. Gramsci también utilizó la expresión «revolución sin revolución» para referirse a la revolución pasiva.[1]
Gramsci no definió explícitamente qué era la «revolución pasiva» por lo que se trata de un concepto que ha sido reconstruido a posteriori, a partir del análisis de su obra. Sergi Jiménez Viader define así el concepto gramsciano de «revolución pasiva»:[2]
La revolución pasiva es un proceso bajo el cual la clase dominante absorbe algunas de las reivindicaciones de las masas populares para frustrar o impedir la revolución, haciendo que el movimiento revolucionario acepte su incapacidad de transformar la sociedad y acabe siendo integrado en el sistema. Es decir, la sublevación iniciada por las masas es respondida por parte del grupo dirigente mediante un “reformismo atemperado”, por “pequeñas dosis”, evitando la participación de las propias masas en todo este proceso.