Efectos del viaje espacial en el cuerpo humano
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Los seres humanos se encuentran fisiológicamente bien adaptados a la vida en la Tierra. Consecuentemente, el vuelo espacial tripulado tiene muchos efectos negativos en el cuerpo a corto y en especial a medio y largo plazo.[1]
Los efectos más significativos de la estancia prolongada en el espacio son la atrofia muscular y el deterioro del esqueleto humano.[2] Otros también significativos incluyen el empeoramiento de la función hepática, pues el hígado se vuelve graso e inicia un proceso de fibrosis.[3] Se deforman y alteran igualmente las funciones del aparato circulatorio (la sangre se concentra en la mitad superior del cuerpo por falta de gravedad y se produce una bajada en la creación de eritrocitos) y se debilita el sistema inmunológico. La falta de gravedad descomprime el tejido intervertebral, de forma que crece más y los astronautas que llevan mucho tiempo en el espacio vuelven inusitadamente más altos a la Tierra. Síntomas menores incluyen redistribución de fluidos (causando la apariencia de "cara de luna" en imágenes típicas de astronautas en ingravidez),[4][5] la pérdida de masa corporal, la congestión nasal, algunos trastornos de sueño y un exceso de flatulencias. La mayoría de estos efectos comienzan a disminuir o remiten al volver a la gravedad terrestre.