Lago Parima
De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
El lago Parima o Manoa [1][2][3] (en inglés: Lake Parime; en portugués: Lago Parime) es un lago legendario que se presume ubicado en América del Sur. Era conocido por ser el lugar de ubicación de la ciudad de El Dorado[3] también llamado Manoa, y codiciado por los exploradores europeos. Los repetidos intentos para encontrar el lago no pudieron confirmar su existencia, y fue clasificado como un mito, junto con la ciudad. La búsqueda de Lago Parima llevó a exploradores a trazar los ríos y otras características geográficas del sur de Venezuela, el norte de Brasil, y el suroeste de Guyana, antes de que la existencia del lago fuera refutada definitivamente en el siglo XIX. Algunos exploradores, como Humboldt y Schomburgk, propusieron que la inundación estacional de la sabana del Rupununi pudo haber sido identificada erróneamente como un lago. Investigaciones geológicas recientes sugieren que un lago pudo haber existido en el norte de Brasil, pero que se secó en algún momento del siglo XVIII. Tanto "Manoa" (Lenguas arahuacas) y "Parima" (Lenguas caribes) se cree que significa "gran lago". Otros dos lagos míticos, Lago Xarayes o Xaraiés (hoy región de Pantanal), y el Lago Casipa, se representan a menudo en los primeros mapas de América del Sur.
Lago Parima o Manoa | ||
---|---|---|
Ubicación geográfica | ||
Continente | América | |
Coordenadas | 2°45′N 59°45′O | |
Ubicación administrativa | ||
País | Venezuela | |
Presa | ||
Tipo |
Natural mítico | |
Mapa de localización | ||
Ubicación (América del Sur). | ||
Fue en el año de 1541 en Quito cuando cobró más fuerza el mito de “El Dorado” gracias a cronistas como Pedro Cieza de León, Juan de Castellanos y Gonzalo Fernández de Oviedo[4]. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo también narró la historia de un jefe Indio que en un principio se untaba con una resina para luego hacerse espolvorear sobre todo su cuerpo una cantidad considerable de oro en polvo[5]. Supuso entonces Oviedo que para darse tal lujo este jefe Indio tendría que provenir de una región geográfica con una abundantísima cantidad de oro. Pedro Cieza de León también relató como el hermano menor de Francisco Pizarro, Gonzalo, hizo los arreglos para marchar en una expedición en búsqueda de la tierra del oro y la canela; tierra esta, que según los relatos y comentarios que se hacían en Quito en esa época, se encontraba en las inmediaciones de un gran lago salado. Posteriormente, en 1542, en una carta dirigida al rey de España, por primera vez, Gonzalo Pizarro relacionaría al hombre Dorado con un lago [6].
Al igual que Pizarro, Gonzalo Jiménez de Quesada también tenía una gran atracción por los lagos, ya que, según él, en algunos de ellos se producirían los panes de sal que tanto le obsesionaban y que los Muiscas comerciaban por oro [7]. Los Indígenas le habían informado a Quesada acerca de la existencia de un gran lago salado, en cuyas márgenes se encontraba también un poblado con innumerables riquezas. Para 1580 este lugar, donde se encontraría este mítico “Dorado”, el cual nadie había visto, era el único objetivo de la mayoría de los aventureros y conquistadores llegados al Nuevo Mundo. De esta forma personajes como Gonzalo Pizarro, Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcázar, seguidos de cerca por Cieza de León, Fernández de Oviedo y Juan de Castellanos se convirtieron en las fuentes originales de la leyenda.
Fue Jiménez de Quesada quien también describe, en su Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada de 1539, que los Muiscas veneraban los lagos, al igual que al sol, la luna y las estrellas[8]. Adicionalmente, Quesada aseguraba que los Muiscas hacían ofrendas en estos lagos, arrojando todo tipo de piedras preciosas y oro[4], hecho del cual también se ocupó otro cronista, Juan de Castellanos. Él conocía a casi todos los conquistadores, y contribuyó a alimentar aún más la leyenda de El Dorado, en especial a raíz de las historias acerca de estas ofrendas[9].
En la actualidad, gracias a estudios arqueológicos, se sabe que las principales lagunas de adoración fueron la Laguna de Guatavita, Ubaque, Siecha, Guasca y Teusacá. En ellas los Muiscas celebraban ceremonias y hacían grandes procesiones, empleando caminos especialmente construidos para ello, realizando ofrendas de objetos votivos: oro, esmeraldas, cerámicas, así como cuentas de collar elaboradas de conchas marinas y piedras semipreciosas[10]. En 1856 se encontró una balsa Muisca elaborada en oro en las cercanías de las laguna de Siecha[11], la cual lamentablemente desapareció en su traslado desde Colombia al Museo de Berlín, motivado al incendio y posterior hundimiento del barco que la trasladaba. Otra balsa similar fue hallada en 1960, pero esta vez en el interior de una cueva, dentro de una vasija de cerámica, en el municipio de Pasca, en Cundinamarca. Esta pieza de orfebrería, de origen Muisca, se estima que fue elaborada entre los años 600 y 1600 d. C. mediante la técnica de cera perdida[12][13]. Resulta evidente que la misma representa una ceremonia religiosa, la cual, por las características de la balsa, se situaría en un lago.