Protuberancia solar
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Una protuberancia solar es una gran estructura gaseosa situada sobre la superficie del Sol, a menudo en una forma de bucle. Dichas protuberancias emergen de la superficie del Sol, la fotosfera, y se extienden hasta alcanzar la corona solar. Mientras la corona consta de un gas extremadamente caliente e ionizado, conocido como plasma, y que emite tan poca luz visible como para quedar oculta por la fotosfera, las protuberancias se componen de un plasma mucho más frío, similar en composición al de la cromosfera. El plasma de las protuberancias es típicamente cien veces más frío y denso que el de la corona.
Una protuberancia puede formarse en escalas de tiempo del orden del día, y protuberancias estables pueden persistir en la corona durante varios meses, alzándose cientos de miles de kilómetros hacia el espacio. Algunas protuberancias pueden truncarse y originar eyecciones de masa coronal. Los científicos actualmente están investigando cómo y por qué se producen las protuberancias solares.
El material del que están compuestas las protuberancias es plasma, un gas caliente compuesto principalmente de Hidrógeno eléctricamente cargado y de Helio. El plasma fluye siguiendo las líneas del campo magnético generado por el dinamo interno del Sol, las cuales en general están retorcidas a lo largo de la superficie solar. Una protuberancia eruptiva ocurre cuando dicha estructura se vuelve inestable y se producen reconexiones magnéticas, produciéndose estallidos que liberan el plasma.
Una protuberancia típica se extiende a lo largo de miles de kilómetros; la mayor protuberancia observada se estima que tenía una longitud por encima de los 800 000 km, equivalente al radio del Sol.[1]